lunes, 10 de noviembre de 2025

¿Eres verdaderamente libre cuando decides o vives esclavizado por tus implacables genes?

 

El anillo de poder mantuvo esclavizado, en cuerpo y mente, a Gollum. Asesinó a su primo para robárselo al encontrarlo accidentalmente en el fondo de un rio. Huyó a las montañas, lejos de la Comarca, y desarrolló un trastorno de identidad disociativo (Smeagol era bondadoso, Gollum maligno). Vivió más de 400 años y se refería al anillo como mi tesoro.

¿Es Gollum una metáfora adecuada para representar lo que nuestro ADN hace con nosotros? ¿Somos esclavos de nuestro ADN, es nuestro tesoro, pero fuimos rociados con polvo de hadas y vivimos fantaseando con disfrutar de libre albedrio?

¿Qué respuestas tiene la ciencia sobre esas preguntas?

A eso se dirige lo que les contaré en los próximos minutos.

Y lo primero que subrayaré es que el libro de la vida, que corresponde a nuestro genoma, es un volumen de 3,2 millones de páginas en las que se recogen las recetas necesarias para construirnos a cada uno de nosotros, a los 30 billones de células que componen el mosaico que somos. Y esas recetas no necesitan ingredientes gourmet para convertirse en nosotros. Basta con los que se encuentran en el más modesto supermercado.

La evolución lo quiso así para evitar comprometer ese proceso de construcción. Las recetas para cocinarnos se transformarán en un nutritivo alimento salvo casos verdaderamente raros o situaciones extremas.

Pero hay algo más.

En tres mil doscientes de esas páginas se recoge la información que nos hace únicos a cada uno de nosotros, que nos distingue de los demás humanos como una especie de huella digital que nos identifica inequívocamente.

No hubo en el pasado, no hay en la actualidad y no habrá en el futuro dos libros de la vida iguales, salvo en el caso de los gemelos idénticos.

Es un libro muy detallado en el que puede leerse cómo será nuestro desarrollo como personas bajo circunstancias bastante laxas.

Es asombroso que el gen ASPM, localizado en el cromosoma 1, regule la cantidad de veces que se dividen las células madre nerviosas del cerebro dos semanas después de haber sido concebidos. Y que en ese proceso se decida cuántas neuronas tendrá nuestro cerebro adulto. Un cerebro que es protagonista destacado de lo que somos psicológicamente hablando.

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500 años antes de Cristo, el poeta griego Píndaro escribió algo que en su momento pudo sonar enigmático, pero que los desarrollos tecnológicos más recientes, y la ciencia básica más vanguardista, han confirmado:

"Llega a ser quién eres."

¿Tendrá algo que ver esa intuición del poeta clásico con el hecho de que nuestro desarrollo como personas obedezca a un meticuloso plan urdido por nuestro ADN? ¿Con un plan que impregna todas las facetas de nuestras vidas sin que seamos conscientes de ello al haber sido engañados vilmente por el polvo de hadas que respiramos al llegar a este mundo?

Ese ADN impulsa la construcción de nuestros cerebros y, al igual que no existen dos personas genéticamente iguales, tampoco hay dos cerebros iguales dentro de nuestros cráneos. Y eso trae cola, una cola bastante larga.

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Algunos somos políticamente progresistas, mientras que otros son conservadores. Y también están los que ni chicha ni limoná. Depende de cómo sople el viento dirigirán su timón hacia la derecha o la izquierda.

Mientras que los científicos sociales han venido defendiendo, de modo vehemente, que esas tendencias políticas se originan en las circunstancias dentro de las que fuimos criados desde que nacimos, los genetistas del comportamiento han descubierto que eso describe mal lo que realmente sucede. Y lo han hecho demostrando que los gemelos idénticos son mucho más afines políticamente que los gemelos fraternos. Los primeros concuerdan alrededor de una cifra superior al 70 %, pero los fraternos lo hacen, como cabe esperar por su parentesco genético, en un 50 %

El psicólogo Jonathan Haidt ha resumido la consecuencia de ese resultado:

"Los genes construyen cerebros más o menos reactivos a las amenazas, el cambio y las experiencias novedosas."

Saquen sus conclusiones uniendo los puntos.

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Los científicos han acumulado durante décadas evidencias al estudiar a millones de gemelos en el planeta. Gemelos que pudieron crecer en el seno de las mismas familias o en distintos hogares, y que han permitido demostrar que todos y cada uno de los ladrillos de nuestro edificio psicológico, sin excepción, están influidos por nuestro ADN, por nuestro tesoro.

Uno de los casos más célebres es el dirigido por el médico, superviviente del holocausto nazi, Peter B. Neubauer. La historia se resume en un magnífico documental (Three Identical Strangers), ganador del premio del Festival de Cine Sundance, y que se centra en David, Edward y Robert, trillizos que fueron separados al nacer, en 1961, y colocados en familias de distinto poder adquisitivo. Neubauer pretendía acabar para siempre con el debate sobre si lo que importa es nuestra naturaleza o el modo en el que somos criados.

El caso es que los trillizos se re-encontraron accidentalmente veinte años después y llegaron a hacerse extraordinariamente famosos. Sus similitudes asombraron al mundo. Pero uno de ellos se suicidó cuando bajó la marea del éxito. En el fondo, no eran tan parecidos, ¿no? se preguntan los guionistas.

Queremos saber más sobre ese y los otros casos que se estudiaron bajo la implacable tutela de Neubauer, pero los numerosos archivos que se acumularon mientras duró el registro estarán clasificados hasta 2066.

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Quiero destacar que el caso de David, Edward y Robert en absoluto representa lo que sucede cuando los científicos estudiamos a esos millones de gemelos a los que me referí antes. Los hechos llevan a concluir que…

Los gemelos han demostrado que no nos convertimos en algo

sino que ya lo somos.

Píndaro en estado puro.

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¿Y qué hay de las circunstancias que vivimos?

¿De verdad no influyen en que seamos más o menos parecidos?

El sorprendente caso de los hermanos siameses Eng y Chang Bunker, nacidos en 1811 y fallecidos en 1874, representa el caso más extremo de contacto social. A pesar de compartir, literalmente, todas y cada una de sus circunstancias vitales durante más de 60 años (p. e. tuvieron 21 hijos), no fueron más semejantes que dos hermanos cualesquiera.

No es el contacto social el que nos hace más o menos parecidos.

Quien lo hace es nuestro ADN.

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¿Y qué sabemos sobre la educación?

¿Tampoco marca diferencia alguna?

Veamos qué sucede al comienzo de la vida, y cuando nos hacemos mayores, según la ciencia.

Si exploramos el ADN de miles de niños de 6 años y nos preguntamos cuál es su potencial educativo, observaremos que algunos de ellos rinden por encima de lo esperado, mientras que otros lo hacen por debajo.

Ahora bien, a medida que van haciéndose mayores y avanzan en su educación hasta llegar a los 16 años, momento en el que culmina la maduración mental, esos niños habrán ido gravitando progresivamente en su adolescencia hacia lo que observamos una década antes mirando su potencial genético.

Quienes lo hacían mejor de lo esperado empeorarán y quienes lo hacían peor de lo esperado mejorarán.

¿Sorprendente?

Pues esperen a la siguiente noticia que nos ofrecen los aguafiestas de los científicos.

¿Cuántas veces hemos escuchado por ahí que un mayor nivel educativo nos protege del declive mental? Quienes han llegado más lejos, educativamente hablando, se dice, han sellado su destino para librarse de ese declive.

¿Es así?

No.

Todos declinamos mentalmente al mismo ritmo, lento, pero inexorable, desde más o menos los 40 años, al igual que lo hacen nuestros cerebros (si, esos cerebros construidos según las recetas escritas en el ADN, recuerden).

Lo que sucede es que quienes han llegado de jóvenes más arriba educativamente, tardan más tiempo en cruzar la línea roja del visible declive mental. Si saltas desde 1000 metros de altura tardarás más en colisionar contra el suelo que si saltas desde 500 metros.

Debo confesarles que los científicos, en realidad, odiamos que nos consideren como esos espectros del anillo que disfrutan persiguiendo, acosando a los entrañables hobbit de la Tierra Media, así que pusimos a su disposición una recomendación que invita a un optimismo racional:

Dejemos de grabar cómo el depredador se cobra su presa y hagamos algo para evitarlo. La naturaleza seguirá su curso si la dejamos a su aire.

Actuemos cuando estamos a tiempo de combatir los ciegos designios de esa naturaleza. Avisemos a la presa de que el depredador se aproxima.

Démosles a los niños las oportunidades que necesitan para desarrollar su potencial y promovamos que lleguen lo más lejos posible en su educación. Solo así lograremos que ese declive mental, que llegará, lo haga lo más tarde posible y nos mantengamos en forma en el ocaso de nuestras vidas.

¿Pesimista?

No, realista.

Enseñemos a nuestros pequeños 'surferos' a subirse a la tabla antes de que la ola pierda fuerza motriz. Intentarlo después será improductivo porque ya se habrá completado la maduración espontánea de sus cerebros.

*****

(Gloomy Prospect)

Es probable que estén ustedes exclamando mentalmente, o comentando en susurros con sus compañeros de butaca:

¡No puede ser!

¡Las circunstancias que vivimos tienen que ser importantes!

¡Soy capaz de recordar muchas vivencias que tuvieron un impacto en mí!

No me regodearé hurgando en sus recuerdos, aunque podría apostar a que tienen una pésima calidad y ganaría. ¿Por qué? Porque tras décadas de buscar desesperadamente cuáles de esas vivencias tienen el poder de modelar lo que en esencia somos psicológicamente, los científicos han decidido tirar la toalla. Hasta le han dado un nombre rimbombante:

Perspectiva sombría (gloomy prospect).

Por supuesto que vivimos circunstancias que nos influyen, pero solo temporalmente. Lo que fue crucial cuando era adolescente palideció frente a lo que se convirtió en la esencia de mi vida una década después. Y de las vivencias que tuve a los 30 años, apenas queda rastro cuando llego a los 50.

En resumen:

Mis vivencias y circunstancias son tan cambiantes y temporales que su poder para dejar una huella indeleble en mi personalidad es de muy limitado a nulo. Y, además, tienen bastante de aleatorio, de incontrolable.

Esas vivencias no son decisivas, salvo circunstancias excepcionales.

Es el resultado de jugar a la lotería genética, sobre lo que no tenemos ningún control, lo que marca la diferencia. Nuestro ADN siempre está ahí y no cambia desde el momento de la concepción hasta la tumba.

Aunque eso ha sido así hasta recientemente, hasta que los científicos hemos comenzado a entender las reglas que gobiernan nuestro ADN.

La llegada a nuestra civilización de la posibilidad de leer los detalles de nuestro libro de la vida lo está cambiando todo. Y a una velocidad de vértigo.

Hace 4 meses publiqué un libro de divulgación (excelente, por cierto):

Eres tu ADN. Cómo los genes contribuyen a construir nuestra identidad

Y hoy debo admitir que me quedé bastante corto en mis pronósticos. Lo que ha ido descubriendo la ciencia en poco más de 100 días es asombroso.

Ahora podemos leer el ADN de veinte embriones producidos por los mismos padres para elegir aquel más apto en su capacidad intelectual, en su personalidad y en su menor vulnerabilidad a multitud de problemas físicos y mentales. Una vez elegido, se implanta para su gestación.

Y esa es la versión light.

También se está coqueteando, desde hace tiempo, con editar nuestro ADN para que se asemeje a la versión más ideal que podría caracterizar a un humano. Cada vez se dispone de más técnicas para cortar y pegar trozos de ADN, sustituyendo los menos adecuados para hacernos la vida más fácil.

Se ha de reconocer que esas técnicas son todavía imprecisas e incluso peligrosas. Pero manténganse conectados para no perderse nada. Como nos advirtió el genial Michael Crichton, ningún poder puede compararse al de la capacidad de modificar a voluntad el ADN de la especie humana.

*****

Quisiera cerrar mi ponencia con dos recomendaciones.

La primera es que, en el mundo actual, conocerse a sí mismo, algo a lo que nos invitaba el famoso mensaje inscrito en el Templo de Delfos de la antigua Grecia, será una pretensión vana si decidimos darle la espalda a nuestra primera identidad, a nuestro tesoro, a eso con lo que venimos a este mundo resultado de la lotería genética a la que jugaron nuestros padres.

Leer el libro de nuestra vida nos ayudará a entender por qué somos como somos, a armonizar ese libro con lo que vivimos

para llegar a ser quienes somos.

La segunda recomendación recupera una inspiradora frase de Marie Curie, ganadora del Premio Nobel en dos ocasiones:

"No hay que temer nada en esta vida,

sino que hay que esforzarse por entenderlo.

Ahora es el momento de entender más para temer menos."

BONUS TRACK

Lady Gaga (Born This Way)

"Dios no comete errores.

Voy por el buen camino.

Nací así."

Muchas gracias.

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lunes, 3 de noviembre de 2025

La aspirina evita la metástasis

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Es muy común leer este tipo de titulares en medios no especializados, y a menudo, los científicos nos enfadamos porque ese tipo de afirmaciones nos parecen sensacionalistas. Pero esta vez, ese título se ha publicado en la reputada revista Nature. "Aspirin prevents metastasis by limiting platelet TXA2 suppression of T cell immunity". Pero ¿qué hay detrás de este artículo? ¿Qué es lo que ha visto el equipo científico que ha participado en esta investigación?

La aspirina

El principio activo del medicamento que conocemos como aspirina es el ácido acetilsalicílico. Lo produjo por primera vez el químico Charles Frederic Gerhardt en 1853, pero no le dio mayor importancia y lo pasó por alto. La eficacia de la aspirina no se probó hasta 1899, cuando la compañía Bayer la inscribió en la Oficina Imperial de Patentes de Alemania, como medicamento contra el dolor. Pero el ácido salicílico necesario para la producción de ácido acetilsalicílico se lleva usando desde hace mucho tiempo. En el siglo V antes de Cristo, Hipócrates, el padre de la medicina, utilizaba una pócima hecha con corteza de sauce (Salix Latinum) para controlar el dolor y la fiebre. En la Edad Media era muy común utilizar la corteza de sauce para tratar el dolor, pero se sumió en el olvido debido a una prohibición; y es que la corteza de sauce también se utilizaba entonces para la fabricación de cestos, y se priorizó ese uso frente al farmacológico.

Cómo actúa

El ácido acetilsalicílico bloquea un conjunto de enzimas conocidas como ciclooxigenasas (COX). Estas enzimas permiten la oxidación del ácido araquidónico, y así es como se producen las prostaglandinas. Algunas de estas prostaglandinas son las que provocan la fiebre, la inflamación y el dolor. Por lo tanto, la inhibición de las enzimas COX evita la producción de prostaglandinas, y es así como se alivian el dolor, la inflamación y la fiebre.

Otra de las funciones de las ciclooxigenasas es la producción de tromboxanos. Esta tarea corre a cargo de la enzima ciclooxigenasa-1 (COX-1), que convierte el ácido araquidónico de las plaquetas en tromboxano A2 (TXA2). El TXA2 es un agente coagulante importante, y de ahí que la aspirina se use como anticoagulante. Tal y como hemos podido observar en el artículo publicado en Nature, el tromboxano TXA2, además de ser un agente coagulante, también tiene otra función: bloquea los linfocitos T e inhibe su capacidad para proliferar y hacer frente a las células cancerosas.

La aspirina promueve la inmunidad antimetastásica al liberar a las células T de la supresión inducida por TXA2. Fuente: Yang, J. et al. (2025)  Nature doi: 10.1038/s41586-025-08626-7 C BY 4.0

Los linfocitos T son células citotóxicas del sistema inmune; y al crearse un tumor, acuden al lugar para intentar eliminarlo. En este caso, el tromboxano TXA2 que producen las plaquetas, además de inducir la coagulación, aplaca la respuesta de los linfocitos T. Como la aspirina bloquea las ciclooxigenasas, también bloquea el COX-1 e inhibe la producción de tromboxanos TXA2 en las plaquetas. En consecuencia, sin la presencia de  TXA2, además de evitar la coagulación, no se bloquean los linfocitos T y estos pueden atacar a las células tumorales.

Aspirina y metástasis

La metástasis es el viaje que realiza una célula tumoral desde su órgano de origen hasta otro órgano. En las fases iniciales de la metástasis, solo unas pocas células tumorales llegan al órgano objetivo, y como el propio tumor aún no se ha establecido del todo, suele ser vulnerable ante los ataques del sistema inmune. En esa situación, con el fin de hacer frente al proceso metastásico, es especialmente importante eliminar las moléculas que inhiben al sistema inmune, como el TXA2. Además de demostrarse el efecto antimetastásico de la aspirina a nivel celular y molecular, se han analizado en profundidad los datos de varios ensayos clínicos, y se ha observado con claridad que el uso de la aspirina, además de reducir la metástasis en pacientes oncológicos, también alarga la esperanza de vida.

Siendo la aspirina inhibidora de las enzimas COX, produce también otros efectos en el cuerpo, tales como problemas estomacales. Una clase de prostaglandinas evita la producción excesiva de jugos gástricos y participa en la síntesis de la mucosa que protege el estómago. Como se ha mencionado anteriormente, la aspirina bloquea las enzimas COX y, por lo tanto, evita la producción de prostaglandinas. Y en la ausencia de prostaglandinas, se produce menos mucosa que proteja a las células del epitelio del estómago, pero más ácido, lo que perjudica el estómago. La aspirina también puede producir hemorragias, ya que bloquea la producción del agente coagulante tromboxano TXA2. Por lo tanto, pese a haberse descrito en este caso el uso antimetastásico de la aspirina, es prioritario investigar el efecto directo del tromboxano TXA2 en los linfocitos T. De esta manera, incidiendo en los mecanismos que producen el TXA2 dentro del linfocito, podrían crearse nuevos medicamentos que no tengan los efectos adversos de la aspirina.

Referencia:

Yang, J., Yamashita-Kanemaru, Y., Morris, B.I. et al. (2025) Aspirin prevents metastasis by limiting platelet TXA2 suppression of T cell immunity. Nature doi: 10.1038/s41586-025-08626-7

Sobre el autor:  Iker Badiola Etxaburu es doctor en biología, Profesor Pleno en la Facultad de Medicina y Enfermería de la EHU, y director de la Cátedra de Cultura Científica de la EHU

El artículo La aspirina evita la metástasis se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.

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